El Reino de Bután es un pequeño país entre China y India, perdida en las mismísimas estribaciones del Himalaya, ansiado sueño de muchos viajeros. En este asombroso estado, en lugar del seco término económico "producto nacional bruto", se utiliza el concepto de "felicidad nacional bruta", y entre las instituciones estatales hay un verdadero Ministerio de la Felicidad.
Las crónicas tibetanas de hace doscientos años describen a Bután como un “país sagrado secreto” y un “jardín de loto de los dioses”. La historia del Reino es bastante interesante: sus vecinos poderosos no supieron del país durante muchos siglos, logró evitar la invasión de los colonizadores y la penetración de la cultura extranjera durante mucho tiempo. Quizás por eso se ha conservado allí una identidad casi medieval y una naturaleza virgen.
Bután es un estado donde los habitantes aún son amigables y no están malcriados, donde prácticamente no hay crimen ni hambre. El viajero espera magníficos paisajes naturales, los ríos de montaña más puros, majestuosos picos de las montañas más altas del planeta y la cultura única de los lugareños, conservada casi sin cambios desde los siglos XV-XVI.